martes, 14 de septiembre de 2010

"LA MADRE OLVIDADA"

"LA MADRE OLVIDADA"

No es difícil que al caminar por las calles nos encontremos con personas que sustentan su modo de vivir lejano de la Iglesia y de cualquiera de sus practicas con frases como: “Yo creo pero a mi manera” o “Yo soy católico, pero no practicante”, es más, es muy factible que en nuestras propias familias existan uno o más de estos individuos; incluso nosotros mismos podemos llegar a hacer parte del grupo.
Desde que se dio inicio a la reforma protestante, impulsada por el sacerdote agustino Martin Lutero, las personas encontraron viable el hecho de fundamentar su personalidad en una “creencia” aparentemente sana y buena, pero oculta, que no se demuestra de ningún modo sino que sólo se vive interiormente y ya. Lutero sostenía: “Sólo la fe es necesaria para la salvación”
Algunos pensamientos filosóficos actuales, fundamentan que el ser humano simplemente debe ocuparse de buscar su felicidad viviendo del modo que le produzca mayor satisfacción, sin importar si lo que hace es moralmente bueno o no. ¿Será justo esto? Tal vez no, pero así es.
El mundo se encuentra sumergido en un mar de duda y abandono. Hoy la fe no necesita estar acompañada de prácticas cristianas, ni hace falta hacer parte de algún movimiento religioso, pues nada de esto nos abre paso por el camino de la salvación, sino que más bien se convierte en espinas que se nos atraviesan y terminan haciéndonos caer. La Iglesia Católica para muchos actualmente es sólo un negocio, para otros una simple organización (una de las mas poderosas e influyentes) y lastimosamente para otros es el error más grande, un obstáculo que hay que superar. Cuesta aceptarlo, pero cada vez son más los adeptos de sectas religiosas que dicen predicar la “verdad”, pero que sólo engañan a la gente animándolos a realizar lo que les plazca. ¿Es todo esto consecuencia de la reforma? Aparentemente si.
Cuando a Martín Lutero se le pidió retractarse de sus enseñanzas declaró que era necesario que lo convencieran mediante testimonios de la Escritura y claros argumentos de la razón, porque no le creía ni al Papa ni a los concilios, ya que estaba demostrado que a menudo habían errado, contradiciéndose a sí mismos. Esta forma de pensar está arraigada hoy en muchos que dicen no creer en nuestra madre la Iglesia porque está a cargo de seres humanos que cometen errores todo el tiempo. Puede que en parte tengan razón, pero es necesario quitar la venda de los ojos de aquellos que caminan en las tinieblas del engaño, pues aunque como humanos todos nos equivocamos, nos tropezamos y caemos, el levantarnos y seguir adelante no depende de nosotros sino que proviene de ese ser superior que nos acompaña en cada segundo de nuestro existir.

JAVIER ORJUELA
CAMILO ROMERO
II Y III FILOSOFÌA

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