lunes, 13 de septiembre de 2010

YAHVÉ Y SU ESPOSA INFIEL

Grosso modo podemos ver en la Iglesia anterior a la reforma se asemeja a la esposa de Oseas, Gómer, de la cual el profeta hablaba a sus hijos: “pues su madre se ha prostituido, se ha deshonrado la que los concibió cuando decía: me iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas-oráculo de Yahvé-” (Os 2,7). Esta, tal vez, fue la visión que concibió Lutero respecto de la Iglesia que acaparaba el poder terrenal, caía en la simonía, en la burocracia pontificia, en la constante preocupación por influir en las decisiones políticas de los Estados europeos. En conclusión se veía cada vez más implicada en los asuntos mundanos, descuidando así la guía del pueblo cristiano. Básicamente, la reforma (llevada a cabo por Martín Lutero) consistió en una crítica a la actitud y a la moral de la Iglesia; es así que el reformista elabora una doctrina cuyos principales puntos eran la justificación por la fe, el sacerdocio universal, la evolución del celibato apostólica el examen libre sobre las escrituras y la reducción de los sacramentos, con lo cual Lutero inicia un gran movimiento reformista en toda Europa.
Un efecto directo de la reforma luterana en la Iglesia católica fue emprender reformas en su interior especialmente para dar solución a los problemas de disciplina eclesiástica, combatir las desviaciones que le había causado la crítica de Lutero, fortalecer su doctrina y su posición en Europa, convocar al concilio de Trento llevado a cabo por el papa Paulo III en 1545; en definitiva se estableció la doctrina oficial de la Iglesia católica, afirmó que la salvación no solo se consigue con la fe sino también con buenas obras, se estableció el canon oficial de la Sagrada Escritura, y el Papa conservó su autoridad como Sumo Pontífice. En la actualidad, podemos observar una continua renovación de la Iglesia como un modo de enfrentar el protestantismo continuando así una lenta pero progresiva purificación. “Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón…y sucederá aquel día –oráculo de Yahvé-que ella me llamará: «marido mío»” (Os 2, 16-18).

JONATHAN A. PEDRAZA
DAVID F. MONTOYA

No hay comentarios:

Publicar un comentario