lunes, 30 de agosto de 2010

“ALMA BELLA”

Juliana González, doctora en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México, en su libro “Ética y Libertad” da a conocer parte del pensamiento ético hegeliano de la siguiente manera:
Destaca en la ética de Hegel, la presencia de dos elementos importantes:
· La “buena conciencia” que es la actuante y activa, y en ella se encuentran reunidos el saber y el hacer; sin olvidar que se tiene un límite y una negación y que al ser finita toda acción tiene su mal, su pecado, su culpa.
· Por otro lado está el “alma bella” que es la figura más pobre de la conciencia; ella no actúa sino que juzga el mal, lo bajo, lo vil.
Estas dos constituyen una polaridad: lo que a una le falta, lo tiene la otra. Cuando cada conciencia sale de sí se pierde así misma y logra ver al otro. De ahí que en el ámbito de la ética son tan esenciales la individualidad e interioridad, como la universalidad y la realización activa, objetiva y comunitaria del bien moral.
La eticidad entonces para Hegel, incorpora la dimensión interior del sujeto y se expresa en manifestaciones reales. Implica una universalidad completa, hecha de leyes o normas objetivas y determinadas, es la síntesis esencial donde logran reconciliarse la interioridad moral y la objetividad de la ley, el “yo” y el “nosotros”. Asimismo, representa la conciliación entre el individuo y la comunidad o Estado. En el Estado, el individuo encuentra su propio cumplimiento singular porque este es concebido como la comunidad viva que incorpora y supera las vidas individuales.
Citamos textualmente las palabras de Hegel en su obra “Filosofía del derecho”: “El Estado es la realidad de la idea ética; es el espíritu ético en cuanto voluntad manifiesta…y la autoconciencia del individuo (encuentra en el estado) su esencia y finalidad…su libertad substancial”.
Partiendo de esta síntesis, podríamos pensar que el “alma bella”, cree tener el derecho de simplemente juzgar, de sólo ver lo malo de las acciones, y al querer evitar todo contacto con la realidad, con el mundo, está privando al hombre de trascender su “corazón duro”, como lo denomina la autora, pues se niega a perdonar y a ser perdonada y no permite a la conciencia (que tiene como necesidad la reconciliación) salir de sí misma al encuentro del otro, es decir, de superar la vida individual para lograr incorporarse en la comunidad viva: el Estado.
En cierta medida, la ética hegeliana no alcanza a llenar, por la simple razón, las expectativas que tiene el hombre de obrar según el bien común, debido a que ésta constituye no un bien común sino un bienestar que el hombre puede adecuar de acuerdo a las circunstancias de su vida y a la conveniencia del resultado de las mismas. Por eso, no se tomaría la ética más que como un patrón de conducta regido por normas que no tienen como eje central el respeto de temas fundamentales como la vida, sino que sólo buscan un aparente “bien común”, que en el fondo no es más que una cortina de humo cuyo objetivo es complacer la voluntad errada de algunos.
Por ejemplo, ¿Qué hay de ético en apoyar desde una concepción hegeliana el aborto?

FREDDY ALEJANDRO BARRIOS
WILSON RAMIRO CUESTO
FABIÁN CAMILO ROMERO

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